Los intentos de adopción
Rufus nunca se fue a casa con ninguna de las familias que vinieron, a pesar de que todas se fueron sonriendo. Cuando venían a visitarle, corría excitado hacia ellos, agitando la cola y ladrando alegremente. Pero cuando llegaba la hora de partir, se paraba en seco. La tripulación se reía al principio, creyendo que estaba siendo excesivamente juguetón. Sin embargo, una y otra vez se repetía el mismo patrón: Rufus se quedaba mirando cómo se iban los adoptados.

Los intentos de adopción
A propósito de Rufus
Los trabajadores empezaron a preocuparse por la falta de voluntad de Rufus para partir. “¿Por qué hace eso?” Le preguntaban con frecuencia a Sarah, una de las voluntarias. Jake, el encargado del refugio, se rascaba la cabeza cada vez que el pitbull jugaba a este extraño juego. Todos eran conscientes de que Rufus no era como los demás. “No podemos seguir haciendo que deje pasar hogares estupendos”, se quejaba otro empleado. Se hizo evidente que no se trataba de un suceso aleatorio; algo tenía que cambiar.

Respecto a Rufus